martes, 31 de marzo de 2020

Viajeros de papel. Santiago de Compostela


Un mes después de mi viaje en el tiempo decidí que ya era hora de averiguar si podía regresar al pasado y emprender una nueva aventura. Escogí el segundo libro de la trilogía de “Los caminos de Santiago”, lo abrí por una página al azar, y de repente todo se distorsionó y aparecí en medio de una calle ancha de un pueblo que me pareció muy acogedor. Empecé a caminar y poco después me di cuenta de que no llevaba mi libro y de que vestía con un atuendo de la época. Gracias a ese ropaje supuse que me hallaba entre el siglo X y el XV, acto seguido me encontré a unos campesinos que me indicaron que me encontraba en Sarria, Lugo, en el siglo XII. Según mis cálculos me encontraba a unos 100 km de Santiago de Compostela, mi destino. 
El sol ya caía por lo que fui en busca de un alojamiento, aproximadamente una hora más tarde me acogieron en un monasterio, en el que pasé la noche. Al día siguiente cabalgué  en un caballo que conseguí en un establecimiento al lado del monasterio, hasta llegar al anochecer a Palas de Rei. Y ahí me alojé en unas cabañas de los alrededores, sin embargo no pude comer nada más que un miserable trozo de pan. Por la mañana salí pronto para llegar lo antes posible a Santiago de Compostela y buscar mi libro para regresar a casa.

Finalmente alcancé mi destino por la tarde e inmediatamente entré en la Catedral de Santiago, la registré hasta que me tope con la obra que me llevaría de vuelta a casa, seguidamente lo abrí. Regresé a mi hogar después de pasar dos noches fuera, aunque en el presente seguía siendo el mismo dia que me fuí. Sentía un hambre voraz así que cené y descansé para mi próxima hazaña. 






Viajeros de papel. La máquina del tiempo

Todo empezó dos días atrás, cuando me encontraba en el parque leyendo el libro de mi niñez: Prohibido leer a Lewis Carroll. Casualmente esa mañana revisando mis libros, que tenía previsto donar, lo divisé entre aquellos montones y como mi agenda se encontraba vacía decidí ir a leerlo para así descubrir todos los misterios que albergaba. Antes de comenzar con mi esperada lectura observé la portada con detenimiento, qué recuerdos pensé, abrí la novela y me fijé en que aún conservaba escrito mi nombre: Cellie.

Pasé de página, en blanco, otra, en blanco, ojeé en cada rincón del libro, ¿habían desaparecido las letras?, no, imposible. No daba crédito a lo que contemplaba, era desconcertante, ¿sufría alucinaciones? De repente percibí una extraña presencia a mi alrededor, conseguí distinguir un conejo blanco al final del parque y sin pensármelo dos veces salí corriendo detrás del animalillo. En medio del correteo tropecé y caí en una charca, sin darme cuenta ahora me encontraba en un extraño túnel ¿cómo llegué hasta allí?
Seguí caminando hasta toparme con una estantería repleta de libros.

Empecé a cotillear lo que poseía se mueble y descubrí uno que me resultaba familiar, se trataba de: Prohibido leer a Lewis Carroll. Sin más dilación lo cogí y en un abrir y cerrar de ojos todo se desvaneció y yo aparecí en el parque, donde empezó esta locura, pero lo notaba cambiado. Pensé que lo ocurrido fueron imaginaciones mías y me dirigí a casa, hasta que vi algo que me impactó, acababa de verme, pero no a mi yo de ahora sino a mi yo del pasado.

A partir de ese encuentro investigué, y descubrí que me hallaba en el año 2013, por entonces yo tenía diez años y vivía obsesionada con la novela que me causaba tanto misterio ahora mismo. Necesitaba descubrir la forma de volver al presente, no quería permanecer en el pasado más tiempo. Pensé en cómo llegué hasta donde me encontraba ¿y si se volvía de la misma forma que se llegaba? Debía intentarlo, así que inmediatamente fui a buscar a la única persona que creía que podía poseer mi librito: mi yo del pasado.

Cuando llegué a “nuestra casa” entré por la puerta trasera, mi yo de diez años se situaba en el salón y supuse que lo que andaba buscando permanecía en la mesita de mi habitación, pasé cuidadosamente a través de cada puerta para que nadie me viera hasta entrar, ya ahí dentro busqué silenciosamente, cuando lo divisé seguidamente lo agarré y lo abrí.

Otra vez me encontraba en el parque, comprobé si me hallaba en el presente y efectivamente estaba en lo cierto. En ese momento terminó mi aventura, pero me preguntaba si acababa de descubrir una manera de viajar en el tiempo...

8.5. añade algunos signos de puntuación y quedará perfecto.